16.12.16

10. Argentina: Etapas de transición y un encuentro familiar

General Güemes-Pozo Hondo-Selva-San Pedro
Unos 140 kilómetros después de salir de General Güemes, tomo la ruta 34, que percibo con menos trafico, pero en regulares condiciones. Hay muchos huecos sobre la vía y cantidad de irregularidades sobre su superficie. Resultó inevitable evitar todos los obstáculos. Mi destino ese día: Pozo Hondo. Son apenas 313 kilómetros, pero no quiero castigar a la moto ni a mi cuerpo. Llego y doy una vuelta por el pueblo buscando algún alojamiento. Resto Bar Quebrachos Hotel, es el sitio donde decido quedarme, igual no creo que hayan muchas opciones, es un pueblo pequeño y caluroso. Ivanna, es la persona que me atiende. Es una muchacha simpática, amable y con una bonita sonrisa. Después de una ducha, bajo a revisar la moto y me encuentro con que la rueda trasera esta baja de aire. Con el inflador que llevo en el equipaje aplico suficiente aire, pero al cabo de un rato, vuelve a perderlo, sin que la rueda  llegue a quedar totalmente por el piso. Noto bajo el guardabarro, una especie de pegante verde seco, y caigo en cuenta, de que se trata del producto anti-pinchazos que apliqué antes de emprender el viaje, que seguramente salió expulsado al caer en uno de tantos huecos. Y recuerdo también, que venía viajando hacía mil kilómetros con una puntilla clavada en la rueda, desde Agua de Castilla en Bolivia, y que no la había retirado, esperando hacerlo en una gomería. Al día siguiente hice parchar los orificios, incluido el del pinchazo antes de salir de Colombia. A propósito, fueron casi cinco mil kilómetros los que anduve, con un orificio en el neumático (cámara), tapado solo con el producto anti-pinchazos. Cambié el aceite e hice lavar la moto, que mas que lavada, fue como si le hubieran limpiado la carita.

No soy de los que transpiran demasiado, pero en Pozo Hondo, parecía una fábrica de producir sudor. Era un calor que no recuerdo haber sentido antes, quizás en el magdalena medio colombiano. Organizo la moto para partir, pero antes debo entrar nuevamente a la ducha y ponerme la ropa sin secarme, para alargar en lo posible, la efímera frescura que produce el agua.

Paro en la primera estación de servicio, a solo unos metros de la salida de Pozo Hondo, sobre la ruta 34. Me aborda una pareja de argentinos que van en moto y me preguntan por el viaje. Elías, es de Tucumán y tiene un negocio relacionado con el cicloturismo. Charlamos un instante, me regala su tarjeta y yo mi calcomanía.

Continúo mi viaje, que en esta jornada, será de 394 kilómetros, hasta una población llamada Selva. Esta es una etapa de transición. Mucha ruta, pocas o ninguna foto. Llego, me instalo en un hospedaje pequeño pero cómodo, con espacio para la moto y anfitriones amables. Doy una vuelta por el pueblo, compro una cerveza y un bloqueador solar. Luego caigo en cuenta de que me estoy quedando sin efectivo, pero el cajero que hay allí, se niega a entregarme dinero.

En San Pedro, provincia de Buenos Aires, vive Juan Pablo, un primo de mi esposa y con quien ya habíamos hecho contacto previamente. Así que ese es mi próximo destino. Pero antes debo rodar 574 kilómetros. Sería una larga jornada, la segunda hasta este momento.
Descansando sobre la ruta. Al fondo, el paso de un tren

Salgo de Selva y entro a Ceres, un pueblo un poco mas al sur, en donde puedo retirar dinero. A mi paso por Monigotes, un pequeño poblado sobre la ruta 34, le pregunto a un muchacho que intenta despinchar su bicicleta bajo la sombra de un árbol, por algún lugar en donde pueda comprar agua. En principio pienso que es un lugareño, pero rápidamente me entero que es un viajero y de los duros. Leo Olivera, viene viajando desde Santa Fe, en una bicicleta sin cambios, que el mismo recuperó del óxido que se la comía en el patio de su casa. Me cuenta que su propósito es viajar a Bolivia, pero meses después me entero que viajó hasta Ecuador. Un teso sin duda.

Continúo mi ruta, evitando entrar a Rosario rodeándola a través de una especie de circunvalación para luego tomar la ruta 9 que va directo hacia Buenos Aires. El tráfico aumenta y empieza a hacerse tarde, pero me tranquiliza el hecho de que Juan Pablo me espera en San Pedro. Al lado de la carretera se ven muchos puestos de fruta. Hago una parada para comerme algunas naranjas. La persona que me atiende, amablemente me facilita una navaja para cortarlas fácilmente y al final no me las cobra. Allí me encuentro con José Daniel Bulacio, motero argentino, si no estoy mal, en una KLE 500, con quien cruzo algunas palabras antes de continuar hacia San Pedro. Finalmente, ya atardeciendo me encuentro con Juan Pablo y vamos a su casa, allí vive con su esposa Marleny y sus tres hijas. A pesar de llevar varios años en Argentina, conserva su acento colombiano, no así sus hijas, que han adquirido un acento argentino muy marcado. 

Juan Pablo se dedica a vender muebles a crédito en San Pedro y pueblos aledaños. Tiene una camioneta Ford a la que le adaptó un remolque en donde transporta sus productos. Damián trabaja con él conduciendo la camioneta y Alfredo es su vecino y amigo. Con ambos compartimos un asado colombo-argentino, ya que no solo hay carne como matambre, entraña y chorizos, sino que también se hizo el intento de armar arepas paisas. 
Alfredo y un asadito colombo-argentino

En la mañana fuimos a la costanera, ya que San Pedro queda sobre la rivera de río Paraná, que por esos días estaba desbordado por las lluvias que en los últimos días habían caído desde Brasil. Y con nosotros, cinco perros que hacen el paseo matutino con Juan Pablo. Una perrita es de él, Rita es de una vecina, Pancho es de Alfredo, Negro es callejero y uno mas que recientemente había rescatado después de encontrarlo atropellado. 

En otra oportunidad fuimos a un lugar cercano llamado "La Vuelta de Obligado", en donde se libró la batalla del mismo nombre el 20 de noviembre de 1845. Recorrimos el lugar, nos tomamos una cerveza y hablamos de todo un poco. Ya anocheciendo regresamos a la casa y allí nos enteramos de que Damián y Cintia, su compañera, estaban varados en la camioneta. Pensando que no era lejos, acompañé a Juan Pablo en su moto,  sin casco y por un carretera sin asfaltar, con el fin de ayudar a Damián a desvararse. Terminamos saliendo a la ruta 9, la cual no podíamos tomar,  primero, porque estábamos sin casco y segundo porque ya de noche resultaba peligroso. Así que nos fuimos por una vía paralela sin asfaltar con dirección al norte, sin tener todavía muy claro donde se encontraba Damián con la camioneta. Después de un buen rato lo encontramos y después de otro buen rato, se logró solucionar el problema. Damián y Cintia salieron en la camioneta y Juan Pablo y yo nuevamente en la moto por las vías alternas durante unos veinticinco  kilómetros, regresando alrededor de la media noche a la casa.
El Club Náutico de San pedro, anegado por las aguas del río Paraná

Al día siguiente, salgo con Juan Pablo por la ciudad, con el fin comparar un parabrisas para la moto, que me ayude a mitigar el impacto del viento sobre el pecho, que ya empieza a sentirse en Argentina y que se intensificará en la medida en que vaya viajando hacia el sur. 

Probando cerveza argentina
En Todo Motos X-treme, consigo no solo el parabrisas que necesito, sino también el producto antipinchazos con el que reemplazo el que se perdió llegando a Pozo Hondo. Pablo Apo, el dueño del negocio y amante de las motos y de los viajes, me hace un descuento por la compra de ambas cosas y me desea suerte en mi recorrido. Luego buscamos una gomería para aplicar el slime a la rueda trasera. Allí nos atiende Miguel Alvarez, quien se interesa por el viaje. Charlamos un poco y al final no me cobra por el servicio. Me regala un llavero del negocio y yo le regalo una calcomanía del viaje. En la tarde salimos con Marleny y recorrimos parte de la ciudad y la costanera, que a pesar de la inundación, tenía bastantes lugares abiertos al público. En dos de ellos tomamos cerveza y charlamos largo rato con un amigo de Juan Pablo, quien tiene un puesto de frutas. 
Vuelta de Obligado

Barco sobre el río Paraná

Un perro desobediente

Monumento de las cadenas que intentaron
evitar el paso de los anglo-franceses

Con Juan Pablo, instantes antes de partir.
Finalmente estuve unos cuatro días en San Pedro, mas de lo que hasta ese momento me había quedado en un lugar. Es hora de preparar la moto para partir, pero antes, las hijas de Juan Pablo, Dahiana, Estefani,  y Ana, me dan a probar Tereré, que es una bebida similar al mate, pero que se toma fría, igualmente me regalan unos alfajores, unos duraznos, para que coma durante el viaje y un un mate (recipiente) con los escudos de River Plate. Nos tomamos una foto y nos despedimos mientras me piden que salude a la familia en Colombia, a la que extrañan y la que quisieran ver pronto.

Fue una muy bonita experiencia compartir todo este tiempo con la familia de Juan Pablo. Me recargó de energías nuevas para encarar lo que seguía del viaje. Me llevo un lindo recuerdo de San Pedro y de las personas que tuve la oportunidad de conocer. Queda la sensación de querer volver algún día.




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