Terminé mi contrato laboral el 19 de diciembre, y esa misma noche intenté dejar todo listo para salir al día siguiente. Esa noche dormí poco. Era la madrugada del 20, y ya en pie intentaba terminar de organizar el equipaje. Mi esposa, mi madre, mi hermano Juan David, mi hermana Catalina, y mis amigos Jorge y Alejandro, quisieron acompañarme varios kilómetros hasta Zarzal, en Valle del Cauca, quizás para asegurarse de que no me devolviera, bromeábamos entre risas. Nos abrazamos y nos despedimos. A partir de ese momento, continuaría solo, a enfrentarme con lo desconocido. Durante esos primeros kilómetros hubo un cóctel de emociones: Alegría, pero al mismo tiempo, miedo, incertidumbre. No sabía si estaba emprendiendo un viaje sin regreso.
La despedida
Rincón Payanés
El plan para el primer día era llegar a Popayán, en donde ya había hecho contacto con Beatriz y Germán, ella, amiga de la familia de mi esposa. El clima ese día fue muy bueno, pensé que tardaría mucho, pero no, al medio día ya había llegado. Me recibieron muy bien, fueron muy amables. tuvimos de qué conversar largo rato, porque Germán, años atrás viajó con unos amigos en carro hasta Uruguay. Probé "enyucado", una especie de postre hecho con yuca rayada y mazamorra en el almuerzo como si fuera la sopa (al principio), cuando por lo menos en mi región se usa como postre o sobremesa. Por la noche, salimos a recorrer la ciudad y fuimos al "Rincón Payanés", que es una réplica del casco histórico de Popayán, además observando los alumbrados navideños.
Al día siguiente me despedí y salí con rumbo a Ipiales. En este trayecto ocurrieron algunas curiosidades: era casi el medio día, me detuve en una casa, evidentemente humilde, a la orilla de la carretera cerca de Patía en el departamento del Cauca, en donde venden gaseosa, papitas y ese tipo de cosas. Pedí una botella de agua y mientras sorbía el primer trago, la señora del video me ofreció uno de los muebles del corredor para que descansara. Cosa que le agradecí. Pasaron unos diez minutos cuando me disponía a pagar para irme, cuando la señora nuevamente se acerca y me dice de la manera mas genuina y con el acento que caracteriza a los afros del pacífico colombiano: - "Yo le iba a ofrecer un almuercito...si me lo quiere recibir". ¿Cómo negarme a ese ofrecimiento hecho con tanta generosidad hacia un desconocido?.
Video Agradeciendo la invitación a almorzar
Seguí mi recorrido y unos kilómetros mas adelante estaban en la mitad de la carretera unas jóvenes de unos 15 o 16 años, una de ellas con aviso de "Pare" y "Siga", como el que se usan en las obras viales, solo que en ese sitio no había nada de eso. Me generó sospecha por ser un lugar solitario, así que bajé la velocidad prácticamente hasta detenerme, acelerando nuevamente, sin esperar, ni siquiera a que me hablaran. Por el retrovisor, me doy cuenta que durante ese instante una de ellas me sacó la botella de agua que acababa de comprar.
Mas adelante empiezo a encontrarme a ambos lados de la carretera, grupos de indígenas que tienen lazos atravesados por el suelo, como si fueran peajes piratas. Temo que los levanten a mi paso, no solo porque me hagan caer, sino porque quizás me hagan exigencias económicas para continuar, ya que al paso de los vehículos estiraban la mano como pidiendo limosna. Afortunadamente nada de eso pasa. No sé si es tal el abandono del estado en esa región o es un negocio rentable para ellos.
Puntilla clavada en la rueda trasera
Llego a Pasto, diviso la ciudad y me detengo a tomar una foto. Oh sorpresa, cuando me doy cuenta que hay una puntilla clavada en la rueda trasera. No puede ser que todavía no salgo de Colombia y ya me pinché. Afortunadamente estaba cerca de la ciudad y de un montallantas (gomería), en donde quise asegurarme de que el arma secreta antipinchazos, funcionara. Antes de iniciar el viaje, compré unos neumáticos (cámaras) de 4mm de grosor, que minimiza el riesgo de un pinchazo, así mismo introduje dentro del nemático (cámara) un producto, similar a un gel,que en caso de una pinchadura tapa el agujero. Finalmente la estrategia funcionó y pude continuar el viaje sin dificultad hasta Ipiales.
Una historia que inspira a rodar y conocer, gracias por conpartir
ResponderEliminarGracias Juan Sebastián...esa también es la idea.
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